Qué es el Triángulo Dramático y cómo podemos salir de él

 

Qué es el Triángulo Dramático y cómo podemos salir de él
(Artículo publicado en el periódico local "La Veu d'Alginet" Edición Marzo 2021)

 


¿Por qué hay veces que nos comunicamos con nuestros hijos de forma divertida, amorosa y tranquila; y otras veces sentimos un volcán en erupción? ¿Qué poder tengo yo para proporcionarme relaciones saludables? La explicación la encontramos en el triángulo dramático y en el rol que jugamos cada uno de nosotros, según la teoría de Stephen Karpman, psicólogo transaccional.

Veamos un ejemplo, Pensemos en una madre que intenta que su hijo se coma los cereales del desayuno. Primero le añade más azúcar, canela o chocolate, intentando que estén más ricos. Incluso le pone dibujos animados. Luego, como no funciona, le amenaza con castigarlo, lo compara con su hermano o le hace alguna crítica: “¡eres un niño malcriado!” Como el niño sigue sin comérselos, acaba por apelar a la gratitud del niño mencionando a los niños de África que no tienen para comer o quizás le cuente algo acerca de los esfuerzos que hace como madre y lo cansada que está: “después de todo lo que he hecho por ti…”. Pues bien, esta persona ha desempeñado tres roles diferentes: Salvador, .complaciendo y desviviendose por su hijo; Perseguidor, criticándole, y Víctima quejándose y entonando el “pobrecita de mí”. Durante la infancia asumimos estos papeles para poder sobrevivir emocionalmente. Lo mismo pasa en la etapa adulta, cada persona escoge una manera de protegerse de su propio dolor emocional, unos tendrán tendencia de cuidar de los demás haciendo de Salvadores, otros descargarán su resentimiento sobre otros haciendo de Perseguidores, y unos terceros seguirán como niños indefensos e impotentes en el papel de Víctima.

Una vez dentro del triángulo dramático, el estrés, la manipulación y la dependencia emocional están aseguradas. Vamos cambiando de roles: de Salvador pasamos a Perseguidor culpando a aquel que no nos devuelve nuestros favores, de Perseguidor a Salvador pues tenemos cargo de conciencia de haber sido demasiado agresivos, o de Víctima a Perseguidor culpando al otro de nuestras desgracias.

Pero tengo una buena noticia que contarte: podemos salir del triángulo dramático y establecer relaciones sanas y maduras donde cohabita la honestidad emocional, el respeto mutuo, la valentía, y el amor incondicional.

El primer paso es reconocer que estamos jugando a Perseguidor-Salvador-Víctima. El segundo paso transformar el triángulo dramático en el triángulo Ganador de Choy (1990), desempeñando nuevos personajes cuya relación es: yo gano-tú ganas.

- De Salvador a Ayudador empático. Nos preocupamos por los demás, pero respetamos la capacidad para que los otros por sí mismos resuelvan sus problemas. Escuchamos sin juicios ni consejos, hacemos preguntas y permitimos que expresen sus sentimientos. Aprendemos a decir No y a poner límites.

- De Víctima a Vulnerable responsable. Nos damos cuenta de que podemos tener problemas y sufrir por ellos, pero a diferencia de la víctima nos hacemos responsables de ellos. Pedimos ayuda a un profesional, si es necesario, asumiendo parte del trabajo. Usamos nuestros sentimientos como datos para resolver problemas. Aprendemos a querernos y a cuidarnos a nosotros mismos.

- De Perseguidor a Asertivo. Invertimos nuestra energía para satisfacer nuestras necesidades y para hacer respetar nuestros derechos sin castigar ni perseguir a los otros. Dejamos de pretender tener siempre la razón, aceptamos nuestra vulnerabilidad y asumimos las responsabilidad de nuestro enfado. Desde el Asertivo preguntamos por lo que quieren los demás, decimos no a lo que no queremos, e iniciamos negociaciones.

En definitiva, todos diariamente podemos caer en estos juegos de poder y por consiguiente invitar a nuestros hijos a jugar también. Sin embargo, siempre tenemos la opción de reconocerlos y cambiar nuestras reacciones. “Quizás el más valioso regalo que podemos hacerle a nuestros hijos es, además de ser sinceros con nosotros mismos, establecer unas pautas de relación saludables, afectuosas y auténticas” Gill Edwards.

Bárbara Bori


 

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